Cuando usted compra un producto con certificado ecológico,
¿sabe lo que está comprando?
1-¿Cree que está comprando un producto libre de química
sintética?
Esta es la primera característica que parece certificar este
sello. Pues sepa que no es cierto al cien por cien, porque según la normativa de la UE se puede certificar como ecológico cualquier producto que no supere
unos niveles mínimos de estas sustancias, pero no están totalmente limpios.
2-¿Cree que está comprando un producto fresco?
Pues tampoco tiene porqué. En muchas empresas de producción
de hortalizas ecológicas con certificación se vanaglorian de tener la última
tecnología en refrigeración orientada a la conservación de los productos.
3-¿Cree que está comprando a una empresa que cuida la
tierra?
Aunque no usen SISTEMÁTICAMENTE fertilizantes ni pesticidas
de origen químico, muchas empresas practican la agricultura intensiva, que no
es más que sacar el máximo rendimiento por metro cuadrado, para lo cual añaden
grandes cantidades de fertilizantes, que aunque no provengan de la química
sintética, empobrecen la tierra, rompen su equilibrio natural. El alma de la
verdadera Agricultura Ecológica es la diversidad de cultivos y por lo tanto, el
motor de la misma es la ROTACIÓN DE CULTIVOS. Estas empresas suelen hacer
monocultivos (lo contrario a la diversidad), no los rotan y rompen los
equilibrios naturales de la tierra. Al añadir abonos a las tierras cultivadas
todos los años están extrayendo de otra zona de tierra su riqueza (la que se
genera por sí sola si hay un equilibrio ambiental) para aplicarla a la suya y
obtener el máximo rendimiento de la misma en detrimento del deterioro de
aquella otra dando paso a fenómenos como la desertización o la pérdida de culturas tradicionales.
4-¿Cree usted que le está dando el dinero a una empresa que
cuida el medioambiente?
Además de lo visto en el punto anterior, dese cuenta de que
estas empresas cultivan en grandes invernaderos donde mantienen al gusto la
temperatura ideal para el desarrollo rápido del cultivo con la consiguiente
carga de co2 producido por generadores y climatizadores a gran escala. Además
de las inmensas cámaras frigoríficas que poseen.
No todas las empresas que obtienen el sello ecológico hacen
mala praxis de la agricultura ecológica, pero los certificados ecológicos
deberían especificar si el producto viene de una explotación ecológica
intensiva, extensiva, ecológica o biodinámica. La explicación de la intensiva y la ecológica se explica muy bien en este artículo.
Además, por todos es sabido que el problema para los
pequeños agricultores son los intermediarios, que llegan a encarecer el
producto de manera que no reciben ni el 30% del precio final de su producto, el
70% restante se lo quedan los intermediarios. A menudo, las certificadoras
ecológicas dicen apoyar al pequeño productor en su lucha por acortar estos
pasos intermedios, pero ellas mismas son las primeras que ejercen como
intermediarias, pues también contribuyen al encarecimiento del producto. Para
un pequeño productor es un gasto anual, además de una inversión de tiempo
llevar a cabo toda la burocracia implícita en el proceso. Y el valor añadido
que en teoría le dan a su producto por llevar esta certificación se pierde
cuando los meten en el mismo saco que grandes explotaciones agrícolas con las
que no pueden competir y que además hacen que el precio de sus hortalizas
artesanales baje.
Por extrapolar un poco la situación a algo más entendible
con rapidez, es como si se vendiera cualquier producto industrial al mismo
precio que uno artesanal. Es como si costase lo mismo un traje de chaqueta
comprado en unos grandes almacenes que en un sastre que te lo hace a medida. ¿A
que parece una barbaridad? Pues esa es la situación a día de hoy con los
productos ecológicos.
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